sábado, enero 29, 2005

Tic-tac. Las horas pasan mientras continúa intentando hallar una respuesta a mis dudas. Los tempranos rayos de sol de una mañana otoñal se cuelan por entre las rendijas de las persianas a medio bajar, atravesando las viejas cortinas color marfil que continúan colgadas desde hace años. El enorme chinero color caoba se mantiene impasible sustentando recuerdos y vida, aunque ahora a penas se reconozca. Una gran mesa destartalada intenta seguir en pie para no dejar caer los candelabros dorados que en su día lucían como nuevos. La mesa camilla sucumbe a la tentación de la obsolescencia pues no es capaz de huir de ella. Los mismos sofás que antaño desprendían risas y juegos, hoy a penas sobreviven entre las ruínas de la Soledad. Ya ni siquiera el Sol es capaz de iluminar ese salón, la oscuridad se cirnió hace años sobre él, y jamás lo abandonará. Entre las baldas de una vieja estantería, el polvo se acumula entre apretados libros de páginas amarillentas y encuadernaciones de cuero. Los años han borrado lós números de sus páginas, que tantas veces fueron pasadas antaño. Las tintas han corroído el papel, y los insectos han devorado las portadas. Las ilustraciones ya no tienen colores, las letras de la cubierta ya no brillan...

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