Me enfrento en la fría noche a la inquietud de las horas bajas, en las que el viento huracanado se cuela por las rendijas que dejaste abiertas en mi. La calma me abandona por momentos, como ese sentimiento prohibido que no me gané el derecho a tener. Vivo pendiente de cada movimiento que me pueda desequilibrar, que dejes de ser, por un instante, el buscador de la luz que desprendo, esa que está orientada a ti. Entre dientes murmuro en sueños tu nombre, y no puedo evitarlo.
Detrás de mi habita tu alma y, aunque el tiempo permanezca inalterable o corra como ráfaga fugaz, allí seguirá. De ella deriva el amor que te profeso, el cariño que me provocas y que perdurará eternamente. Durante nuestra travesía, cada uno de tus besos ahondará en el interior de mi amor, abandonado en la noche en que tu sonrisa me sacó a flote.
Con la Luna en lo alto, un sólo gesto tuyo significa más que todas las palabras, tus miradas hablan por ti. El deseo oculta la herida que otros causaron. Cierro los ojos y recuerdo tardes junto al mar, en las que sólo importabamos nosotros. Subamos juntos a ese desván imaginario que vimos en el papel que aquella daga no supo rasgar....
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