martes, octubre 26, 2004

Un remanso de paz, alejada de la gente, rechazando el miedo para lograr mi libertad. Los amigos se han marchado, queriendo ayudar a seguir eternamente juntos sin saber que el tiempo es el olvido, pues nunca volveremos a caer al unísono. El sonido no lejano de los coches todavía golpea mi pecho. Cierro mis ojos imaginando que mis alas me llevan lejos, hasta el cielo de un lugar extraño, en el que no he estado desde hace un año. Como una cadena inevitable, el aire nutre mi piel con su luz mientras amanece y sonrío. Respiro tus besos incitada por tu voz en mi imaginación, como la magia perdida que mis oídos no logran encontrar, pues tan solo sienten el correr del agua del arroyo que huele a azahar.

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