sábado, junio 30, 2007

de diálogos frívolos y vasos que se van

Ella estaba sentada una mañana de verano en el sitio de siempre, con la consumición de siempre y una de sus acompañantes habituales. De repente recordó que había olvidado el pan y cruzó a comprarlo a la papelería de enfrente. Al volver, le pareció ver su perfil en la terraza pero decidió no comprobarlo. Entró y se volvió a sentar. Al girarse vio a través de la ventana que estaba en lo cierto. Él con toda su cuadrilla estaban en la terraza y se disponían a marcharse, para lo cual, primeramente habrían de entrar a pagar sus consumiciones. Vaya. Qué bien. O lo que sea. Hola. Tranquila, no te levantes. No tenía intención. Si quiere que se acerque él. Y él se acerca. Y habla. Y cuenta sus cosas. Y pretende quedar bien. Y le enseña fotos de ayer y hoy. Y la incita a buscarle en las noches en las que siempre se encuentran y nunca pasa nada. En las conversaciones sin sentido de las que no escapa aunque debería. Y los vasos se caen. Quizás porque reconocen la tensión que intentan empañar con las medias sonrisas. ¿Vendrás? Y para qué pregunta si le da igual. No lo sé. Aunque en realidad sabía que sí. Pero por una vez se equivocó. Porque los vasos se caían. Y pensó que quizás quería decir algo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

porfin m sacas una sonrisa de alivio

Anónimo dijo...

bueno, esas cosas de siempre en el lugar de siempre...

...todos tenemos alguna casualidad rara que debemos dejar pasar.

o no, o qué se yo.