Imagínate por un momento que hay un precipicio enorme, y al fondo, casi imperceptible, un río caudaloso de estos que no dejan títere con cabeza. Imagínate que lo sobrevolamos, que lo sobrevolábamos. Y no tenía miedo porque tú me llevabas. Y agarrada a ti no podía caerme.
Imagínate ahora que ya no estoy agarrada, que caigo lentamente, y que la profundidad es tan, tan grande que tardo demasiado en estamparme contra el agua. ¿Quién va a ser mi paracaídas ahora que no estás? ¿Quién estará en el río con un bote salvavidas para evitar golpes irreparables? ¿Cómo narices puedo aprender a volar mientras caigo boca abajo?
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