domingo, febrero 13, 2005

Muy pocos momentos compartimos que no fueran incompletos. Decidí probar qué podía llegar a sentir si me acercaba a ti y me lanzaba a tus brazos sin pensar en las consecuencias que ello me supondría. Sufrí el desembarco de tu encanto en mi corazón , como en un cuento de aquellos que leía cuando a penas sabía hablar. Te llevo en la sangre, dentro de mi, como una parte intrínseca de mi, porque así lo sentí, por que quiero que seas carne de mi carne, porque aunque mire hacia atrás no veo nada que no seas tú. No quiero caer, ni me puedo permitir perder la seguridad que me aportan tus ojos al mirarme fijamente. Me gustaría ser esa luz incandescente que siguen tus pasos, querría rodar contigo como un crisol cuesta abajo, con obstáculos pero contigo. Eres una referencia brillante que observo antes de actuar, quiero que mi vida y la tuya corran al unísono, quiero acabar de una vez con la incoherencia trivial de nuestro comportamiento. Hoy quiero viajar contigo al jardín del Edén, sólos tu y yo; con los pies descalzos y la mirada limpia, dejando marcas en la hierba al pisarla, arrastrando la tierra al caernos, rozar tu piel al dormirnos...

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