viernes, diciembre 21, 2007

Con el paso de los años

Es curioso. Hay días en los que me sorprende la reflexión de una juventud que a menudo parece gastada. Los veintitantos que a los ancianos les parece el inicio de la vida, a menudo nos hace ver que hay épocas que jamás se repetirán. Recuerdos de adolescencia que sucedieron ayer y se nos antojan lejanos en esencia. Tardes multitudinarias en los mismos lugares siempre, compartiendo rutinas que de aquella nos parecían eternas, y sin embargo felices.
Mañana de festivo en un aula de estudio que no está precisamente vacía. Y en ella, simultáneamente, dos ejemplos de cómo pueden cambiar las cosas, o no hacerlo tanto. Dos pandillas de jóvenes que en un tiempo fueron similares, y que evolucionaron también de forma similar, de la única forma que se permite en esta pequeña parte del mundo. Las multitudes del instituto jamás perduran de la misma manera y se acaban resquebrajando una, cuatro o diez veces.
En una mesa tres jóvenes de una de ellas cuya amistad todavía perdura, como antes y quizás para siempre. En ella, sentada a su lado otra joven de la otra pandilla. Curiosamente no se conocieron en el momento de las multitudes que ya no existen, y ahora han entablado relación por circunstancias de la vida, desarrollando simpatías y empatías, e incluso en algún caso una buena amistad.
Dos mesas detrás de ella otra joven. Como ella, años atrás había dejado de lado esa forma endogámica de relacionarse que la ponía nerviosa. Pero finalmente, también ella había recaído en una situación parecida a la que habría dejado atrás, aunque a otro nivel. Y se había alejado del primer grupo, pero también de la primera escisión de él. Ahora, demasiado a menudo se sentía sola, y no sabía como ponerle remedio sin pedir perdón, o ni tan siquiera pidiéndolo.
En una de las mesas del fondo acaba de sentarse otra chica. Ella aguantó mucho más tiempo aquella situación forzada de estar juntos por costumbre, pero un cambio en su vida le hizo romper con todo. Ahora, de vez en cuando se encuentra con alguno de ellos, y sonríe. Al entrar, también saludó con una sonrisa a la joven que estaba acompañada. A la que estaba sola ni siquiera la vio. Curiosamente, a ésta última sí le unió una amistad, aunque tan sólo fuera en la infancia.
Es curioso ver lo que el paso de los años provoca en las personas. Tres chicas que no hace demasiado tiempo compartían cenas, juegos, charlas, confidencias, noches de juerga y celebraciones de obligado cumplimiento hoy están a años luz sin salir de la misma sala. Al menos todavía les queda alguna sonrisa, aunque sea tímida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

es una pena, es un asco, ver como las cosas cambian en poco tiempo.

al final ni las piedras van a ser infinitas.

:(

Arcadia dijo...

Me emociona leer todo lo que has escrito desde la última vez que pasé por aquí. Has sabido ponerme los pelos de punta, con las cosas buenas y con las cosas malas.

Pero esta entrada en concreto me ha calado hondo. Supongo que porque me pasa como a ti, que me gusta recordar los tiempos de adolescencia en los que una gran multitud se agrupaba en los mismo sitios de siempre para hacer lo de siempre. Y siempre con una sonrisa. Aunque fue el día más frío del año...