Y empieza la semana más dura, en cuanto a lo que a despedidas se refiere. Anoche me despedí de B. con un abrazo en el coche después de una noche de domingo al más puro estilo años 90. No volveré a verla hasta Navidad porque es lo normal. La voy a echar mucho de menos. Y aunque con ella las distancias a penas se notan porque nos comunicamos constantemente, resulta difícil no tenerla al lado cada día.
El miércoles me despediré de C. porque el jueves se marcha. El papeleo es complicada y todavía hacemos bromas con que la van a repatriar. El sábado nos despedimos de las noches de verano juntas, pero todavía nos queda la despedida difícil, la real. Seguro que la volveré a ver en Navidad, pero con las ofertas de los vuelos a Milán quién sabe si volveré a verla antes. Ojalá sea así.
Y ese mismo jueves, y quizás también el viernes me tocará despedirme de ti. Y eso será devastador. Porque te marcharás como estaba previsto, en la fecha que estaba prevista. Pero nada de lo que ha ocurrido estas tres últimas semanas estaba previsto. Al menos por mi parte. Y sé que para ti tampoco, al menos todo. Pero, ¿sabes? en realidad importa poco. Porque no cambia el hecho de que te vayas, de que yo no quiera que te marches y de que te vaya a echar infinitamente de menos cada día. Porque si estas tres semanas fueron difíciles contigo, los tres meses siguientes se me antojan imposibles sin ti. Y ha quedado demostrado que mi capacidad depende de mis ganas. Y se me han ido gastando hasta tal extremo que me siento incapaz de recuperarlas.
Y además, no soporto las despedidas. Y me has dicho que no llore. Pero necesito decirte hasta siempre y llorarlo. Y pensar en la Navidad y sus reencuentros.
Y es que no sé que tiene septiembre que siempre hace que se desarrolle a pasos agigantados mi espíritu navideño.
1 comentario:
ay dios... vaya mes
Úrsula
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