Él estudiaba una asignatura técnica y ella alguna de gestión. Solían mirarse a los ojos cuando alguno de los dos pasaba de página.
Él sonreía y ella soñaba. Lucía el sol y corría una brisa primaveral. Si el calendario no mentía, resulta que era Junio.
Ella vestía de blanco, con una falda larga que, a ratos, a él le servía de almohada. Su pelo negro contrastaba con el blanco de la tela.
Ella llevaba el pelo suelto y ondulado, y el flequillo había vuelto a taparle la frente. Empezaban a salirle las pecas de nuevo, como cada año, y sus uñas no terminaban de crecer lo suficiente.
Ella se enroscaba mechones de cabello con los dedos. Él simplemente la miraba. La miraba y sonreía.
Y ella pensaba en lo muchísimo que podía llegar a echarle de menos aunque nunca hubieran estado más cerca.
3 comentarios:
qué bonita entrada.... me pasé por aquí, soy nueva :) (por tu blog digo) encantada!!!!!! muaaaa =)
...me haces añorar algo que nunca pasó...
Hay que ser mala persona, pero vuelve hacerlo que me encantan entradas así
bico guaja!
A veces, las personas que más cerca tenemos son las que echamos de menos. Y es que la distancia que importa no es la física. El silencio, la soledad cuando estamos rodeados, es uno de los sentimientos más tristes del mundo.
Besos gordos.
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