Él se sabía querido, a pesar de todo. Dudaba, como un niño al que nadie le dijo nunca de corazón que si tenía fe sus sueños se cumplirían. Temía, como alguien para quien la soledad involuntaria era el más oscuro de los destinos. Se lamentaba, como el que descubre que la desconfianza también duele. Y al final recapacitaba. Y recordaba que nunca antes le habían querido así, que nunca antes se había sentido tan feliz.
2 comentarios:
a veces cuesta mantenerlos así, pero al final nos damos cuenta. porque realmente vale la pena.
m alegro d q te gustasen mis bolsitas japonesas :P
difícil que a uno le quieran.
andan los tiempos como para desaprovechar cariño...
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